Don Romagnoli, que no quería que su hijo jugara al fútbol, rechazó el ofrecimiento de varios representantes. ¿Aguantará?
"No sé si llego al metro setenta", lo dice y se ríe. "Y peso 61 kilos", agrega Leandro Atilio Romagnoli. Flaco de aspecto, tal vez por eso su padre no le pierde pisada. Como lo hizo de chico, cuando prefería que su hijo no jugara al fútbol, como lo hace ahora, al defender sus intereses.
Las gambetas y los enganches del chiquitín enseguida trascendieron las fronteras de Boedo y llegaron a oídos de distintos representantes. Ni lerdos ni perezosos, muchos empresarios se acercaron a la familia Romagnoli para ofrecerle todo tipo de ventajas. Como pasó con Pablo Aimar, aunque finalmente su padre cedió y ahora el Payaso es representado por Gustavo Mascardi. Por ahora, no es el caso del de San Lorenzo. "Mi papá no quiere saber nada", explica Pipi. Sí, para todos es Pipi. ¿Por qué? "Mi hermana, que es dos años más grande que yo, no podía pronunciar mi nombre cuando nací y me decía Pipi. Y me quedó ese apodo para siempre".
Pero ese padre protector, don Atilio Osvaldo, pretendía que su hijo se dedicara a otra cosa. "El viejo también jugó", cuenta. Lo hizo en Morón y en Huracán -llegó a estar en un amistoso en Primera-, pero no tuvo continuidad. Entonces, no quería que su hijo corriera la misma suerte. Pero la pasión por la pelota fue más fuerte y así fue que empezó a jugar en el club de baby Franja de Oro, en Pompeya. Ahí lo vieron de San Lorenzo y se lo llevaron. "Tenía 6 años y como no era hincha de ningún equipo, me hice hincha del Ciclón", recuerda.
Ahora, con las cartas sobre la mesa, el señor Romagnoli cambió de parecer. "Le gusta que esté en el plantel y me aconseja", sostiene Leandro. Que también mira a su alrededor, no se encierra y tiene sus espejos: "Justamente me fijo mucho en Aimar, en Gallardo, en Ortega, en todos los enganches. Y por supuesto en Gorosito y en Borrelli, quienes me aconsejan siempre".
Con más ganas que nunca recorre las diez cuadras que separan su casa del Nuevo Gasómetro, tiene en mente terminar el secundario ("dejé en segundo año y ahora quiero terminar", admite) y vive el presente con felicidad. "Pero me falta", no se cansa de repetir.
Viernes 5 de febrero de 1999
Fuente: Ole.
Marianela Colipe
(marianelacolipe@gmail.com)