Romagnoli reapareció y fue clave: dos asistencias, una grata performance, y ningún rastro de la lesión. De 10.
En la previa del anterior torneo, Leandro Romagnoli le decía aOlé que quería ser el mejor refuerzo del equipo. Lógico, venía de un semestre final de 2009 con nulo rodaje, producto de una sinovitis en la rodilla izquierda, la misma lesión que no le permitió cumplir su deseo, finalmente, en el Clausura de este año: apenas ocho partidos, ningún gol, bajos rendimientos. Para este campeonato, pues, el Pipi volvió a tunearse, empezó jugando el Torneo de Invierno, completito, incluso fue parte del 11 del debut ante Gimnasia. Pero jugó mal, y jugó solamente 55 minutos. Otra vez líquido en la rodilla. Otra vez el bajón. Y el banco ante Godoy Cruz y Racing. Y ayer. Hasta que se lesionó Placente, a los 10’ de juego nomás, y Romagnoli, ahora sí, fue Romagnoli. Pasador top, le puso la bocha en la cabeza primero a Pereyra y después a Tula, para el 2-0 y el 3-1, respectivamente.
Pero, amén de las asistencias, estuvo Pipi cucú porque mostró algunas de sus pinceladas habituales, características, de ésas que hacía rato no se le veían. Manejó los tiempos del equipo, aceleró cuando debió cambiar la marcha, gambeteó, fabricó foules (hizo, de hecho, amonestar a Sánchez, luego expulsado) y, quizá lo más importante, terminó el partido sin exhibir rastros de su lesión en la rodilla. Semejante performance generó que Ramón, pícaro, lo sacara a los 38’ del ST simplemente para que recibiera el premio más deseado: la ovación de los hinchas, esos fans que no en vano lo siguen idolatrando...
Archivo 29 de agosto de 2010
Fuente: Ole
Marianela Colipe