Viernes 4 de diciembre de 2009
Unas 4.000 fanas pasaron por la sede de Boedo para ver a Romagnoli y Romeo y, de paso, llevarse un recuerdo. Tal fue el fervor que, onda Rolling Stones, se fueron en patrullero.ANDRES GOMEZ FRANCO | afranco@ole.com.ar
El Gasómetro, emplazado en el imaginario colectivo, ahí nomás, donde bordea la fila, ensaya un guiño cómplice ante el amor que se percibe, revolotea en el aire. La cola, infinitamente más festiva que la de los bancos, de a ratos se hace chicle sobre Avenida La Plata, pega la vuelta por Inclán. No, no juega el Ciclón, se relaciona, mimosea. Qué mejor que a través de los dos ídolos que integran el plantel, los mismos que, en algún momento, se fundieron con los que tienen enfrente, en las vueltas olímpicas del Clausura y Mercosur 2001 (uno de ellos, el volante, también ostenta la estrella de la Sudamericana 2002). En una iniciativa del club, en la sede de Avenida La Plata, Leandro Romagnoli y Bernardo Romeo accedieron al contacto face to face con su público. Ubicados en una especie de stand en el patio de la sede, vieron pasar de 4.000 hinchas que los retuvieron más de una hora y media entre autógrafos, flashes, abrazos, expresiones de afecto y, sí, algún que otro pedido para el futuro cercano. Lo dice la canción, "la Copa Libertadores es la obsesión". La necesidad del ingreso a la próxima edición, claro, todavía está en pugna. Y el pedido se hizo extensivo... Tan grossa fue la repercusión que, cuando finalizó la movida, todavía quedaban agolpados 1.500 fans. Y los players tuvieron que salir al trote, onda Rolling Stones, y en patrullero luego de tanto fervor...
La iniciativa, impecable. La organización, hasta que el número superó toda expectativa, también irreprochable. A cada habitante de la fila se le entregaba una planilla para llenar con los datos personales. La misma era entregada en la mesa. De esa manera, el hincha se aseguraba que la foto que le tomaba Juan Ayala, fotógrafo del club, le llegara a su mail. Además, una pila de imágenes acompañaban a los jugadores en el stand, para que, con su gancho, se llevaran los visitantes. El club imprimió 500. No aguantaron 45 minutos. De paso, algunos empleados les preguntaban a los presentes si eran socios. La volteada, obvio, servía también para la convocatoria al carnet. Qué importa que Bernie hoy sea suplente, sus casi 100 goles cuervos son un flechazo indeleble. Qué interesa que el Pipi hoy también haga banco, en búsqueda de ritmo tras la lesión en la rodilla derecha; es un emblema de una forma de sentir el fútbol. A las 18.30 ya había fila y le taponaba las salidas para autos al supermercado, al punto que tuvo que caer policía para dejar los pulmones y no generar un piquete de pasión.
Se demoró un toque el inicio, por una cuestión de cercanía. Es que, apenas se enteraron de que los ídolos ya estaban en el lugar, los pibitos de taekwondo abandonaron el salón en pos del recuerdo. Uno de ellos, que no llegaba a los seis años, fue el primer beneficiado. Y se colaron las niñas de danza, los forzudos del gimnasio, los esbeltos de natación. Hubo más piolas. "Vine a sacar la entrada para ir al partido contra Argentinos, vi lo que se estaba armando, y me quedé por acá. Ni hice la fila, me salió redondo", se ufanaba un hincha. Fue el delantero el que le dio arranque al Ro-Romance. "Dale paragua, dale, tirá; vamos que arrancamos", apuró al fotógrafo para que comenzara la faena con los que esperaban afuera. Como representantes de la dirigencia, estaban el secretario José Capria, el intendente Héctor Viesca y el vocal Miguel Matas. También moredeaba un miembro de la seguridad del plantel y un profe de la sede que supo ser patovica. Más tarde, iban a ser necesarios...
Todo valía para llevarse la firma de los ídolos. Un babero, camiseta, pantalón, remera. De todas las generaciones. Familias enteras, el abuelo de 70, con su casaca ajada, las adolescentes humeantes ante la figura del Pipi. Un muchacho barbado, Jesucristo Superstar, se le colgó directamente a Romeo, mientras vociferaba "ídolo, ídolo". Hasta Romagnoli, quien no entró en el idilio, le dedicó una mirada incrédula. Otro le arrimó al punta una edición de El Guapo del Siglo, libro oficial del Centenario del club, porque Bernie está en la tapa y quería su firma allí. Los primeros gozaron de un ida y vuelta más extenso con los jugadores, alguna mini charla, generalmente, recordando algún gol, una alegría, un título. Cortito, y no por falta de predisposición: muchos, adelante de la figura, se cohibían, no se le animaban demasiado.
El tema es que el cariño no entiende de relojes. Cuando transcurrió la primera hora, las perspectivas de desagote eran pocas. Al contrario: el barrio, enterado de la presencia de Bernie y el Pipi, a la salida de los compromisos laborales y escolares, se volcaba hacia la sede. Boedo anocheció. "Tengo que ir hasta La Plata", planteó el goleador el largo viaje por delante. "Yo también me tengo que ir", explicó Romagnoli, siempre, sin parar de firmar y posar. Pasados los 90 minutos, se cortó el chorro de ingresos. Quedaban unas 1.500 personas. Las que no llegaron a entrar a la sede se fueron rápido. En el hall permanecían unas 350. ¿Y ahora? Los futbolistas subieron al gimnasio. Apareció otra partida de imágenes autografiadas y volaron, a modo de consuelo. Pero, como tribuna plantada a la espera de los bises, los hinchas no se movían del lugar. Se evaluó la chance de que se marcharan camuflados, pero Romeo y Romagnoli no querían dejar fanas decepcionados.
El Pipi reapareció en la zona caliente, se subió a un escalón a modo de púlpito, ofreció disculpas, y comentó que se tenían que ir porque al otro día debían ir a entrenarse temprano y concentrarse. El fervor todavía no se había apagado, aún quedaban algunos purretes clamando y, sí, algunas chicas al borde del llanto, como si Ricky Martin y Enrique Iglesias no se asomaran al balcón del hotel. Entonces, accedieron a un par de fotos grupales más. Así y todo, la salida no se hizo sencilla, la popu quería más. ¿Entonces? Volvieron al gimnasio. Se echó a correr la bola de que ya se habían marchado, y varios desalojaron. ¿Cómo terminó la historia? Llegaron un par de oficiales de policía y los ídolos se terminaron yendo en patrullero. El recital había terminado. Entre los vítores finales, se coló algún chillido. Uno arrancó carcajadas: un loco gritó "aguante Aureliano", en alusión al resistido Torres, a modo de protesta. Igual, nada pasó a mayores, la buena onda no se manchó. Y desde el club informaron que aquellos que no consiguieron la foto o el souvenir se pueden comunicar con el Departamento de Prensa de San Lorenzo y arreglar una visita a la práctica donde el encuentro será masivo, con todo el plantel.
La dirigencia evaluó que la historia, igual, fue "positiva". Los dos ídolos garantizaron que la experiencia fundacional fuera exitosa. Desde Boedo anunciaron que, ajustando algunos detalles para evitar enojos, se volverá a repetir con otros nombres, que la comunión jugadores-hinchas es importante. ¿Y si San Lorenzo, a pesar de remar de atrás, entra a la Libertadores? El Ro-Romance, seguro, será más fuerte.
Fuente: Diario Ole
Marianela Colipe