OPINION. No sólo por la calidad habitual de su juego sino también por la actitud que mostró en el clásico, Romagnoli es sin dudas el mejor ejemplo de lo que los hinchas quieren de sus jugadores. Sin rastros de la lesión en su rodilla, el Pipi fue, por lejos, el mejor de San Lorenzo y prácticamente el único que entendió de qué forma había que jugar.
Buenos Aires. El grito bajó desde toda la cabecera visitante ni bien terminó el partido: “Ole, ole, ole, ole, Pipi, Pipi” entonaron en conjunto los más de 5000 Cuervos que coparon La Quema y con justa razón fue el reconocimiento.
Quizá por haberse criado en una zona donde el clásico de barrio se palpa todos los días, por ahí por ser quien más partidos de este tipo tiene sobre el lomo o tal vez por conocer bien lo que es San Lorenzo, Leandro Romagnoli pareció el único que entendió como debía jugarse.
No necesito tirarse a los pies, ni pegar una patada. Tan sólo con ir para delante, dejar todo e intentar acercarse al arco rival quedó demostrado que sabía que en este partido se jugaban mucho más que tres puntos, que era especial; y a la vez ser el de mejor rendimiento en el equipo de Ramón.
Desde hace más de un mes al Pipi no se le notan rastros de los problemas en la rodilla que tanto lo tuvieron a maltraer en los últimos años. Gracias a Dios, por que este San Lorenzo con poco juego y menos aún jugadores de buen pié, necesita de él.
Una lástima que este equipo no pueda aprovechar a este Romagnoli. Justo ahora que el enganche alcanzó un buen nivel, no encuentra compañeros para asociar su juego, ni tampoco que los delanteros conviertan en gol las jugadas que él construye.
Hoy la punta quedó lejos, pelear el torneo es casi imposible, pero por el bien del club, Ramón Díaz deberá empezar a armar su equipo alrededor del 10. Ponerle jugadores que puedan ayudarlo y que a partir de él, el equipo cambie algo de lo poco que viene mostrando. En una palabra, que el resto se contagie en todo sentido…
Archivo 2010
Fuente: PSL
Marianela Colipe