El Pipi está convencido de que si el equipo tiene un buen arranque en el Clausura será difícil pararlo.
Jueves 8 de enero de 2004
El profe Polola se pone estricto y ordena para este primer día de pretemporada la módica suma de 10 kilómetros. Esa sucesión de pasos a tranco largo ocurre en Parque Camet y se hace extensa, cansadora, insoportable. Para todos, claro, menos para él: 10 kilómetros no son nada al lado de los 10 meses que lleva esperando este momento. Todo el plantel de San Lorenzo se acuerda de la santa madre del preparador físico, menos él, que tiene tantas ganas de jugar como de volver.
Ganas de jugar otra vez como el crack que supo ser antes de que dos malditas lesiones de rodilla le hicieran un piquete a su talento. Ganas de volver a ser el Pipi y de ponerse la 10 de este San Lorenzo más candidato que nunca. Entre otras cosas, precisamente, por la inminente puesta a punto de este Leandro Atilio Romagnoli que se sienta sin apuros a charlar con Clarín.
El chico de los tatuajes —igual, pierde por goleada con el Lobo Cordone— se toca la rodilla derecha que, a fines de marzo de 2003, volvió a dejarlo a gamba en un Estudiantes 4 San Lorenzo 1. La mira, sin bronca, y jura que ya está bien, de ahí y de la cabeza. Y lanza la primera confesión: "No veo la hora de volver a ser el de antes. Sueño con eso, me ilusiono con eso. Y sé que estoy cerca."
Hace dos meses que, despacito, despacito, viene amigándose con la pelota. Pero se arrima la hora de la verdad. Pretemporada con sus compañeros, minutos de juego en los torneos de verano... "El objetivo, por supuesto, es llegar bien al arranque del Clausura", sostiene el volante que trató de llenar estos 300 días de ausencia con una firme presencia junto a su familia, su novia, Celeste, y amigos como Sebita y Polilla. "¿Libros? No, no soy de leer..."
—Eras figura, chico de Selección, vivías siempre al borde de una transferencia. ¿Ahora tenés que volver a empezar de cero?
—Algo así. Igual, creo que el prestigio que me había ganado lo sigo manteniendo. Ahora tendré que recuperar espacios que en aquel momento tenía, como los de estar cerca de la Selección y de Europa.
—¿Sabés que, si no te hubieses lesionado, serías el enganche en el Preolímpico?
—Probablemente. Pero si pienso eso, me tendría que dar la cabeza contra la pared. Sólo quiero que las lesiones no vuelvan más y hacer un buen torneo.
—En un San Lorenzo que amaga con el título...
—Venimos de estar cerca: creo que éste puede ser nuestro año.
—Gorosito cree que 2004 será tu año.
—Ojalá. Yo espero lo mismo.
—Muchos compañeros, caso Michelini, dicen que sos el mejor enganche del país y que, con vos, salían campeones del Apertura.
—Soy consciente de que el equipo me extrañó. Me lo dicen mis compañeros y me hago cargo de ese halago. Por eso digo que esta vez vamos a apuntarle al título.
—¿Cuál será la clave?
—Serán fundamentales las primeras fechas. Si empezamos bien, será difícil pararnos. No nos puede pasar lo mismo que nos pasó a principios de 2003, en el Clausura, cuando nos daban como candidatos y dejamos bastante que desear.
—¿Y qué decís de Gorosito? Pensar que en el 99 vos compartías habitación con él...
—Sí, en Mendoza... Tuve el gusto de jugar a su lado y ahora está a cargo de todo. Pero como yo en este tiempo no pude jugar, aún no lo disfruté como técnico. Recién lo empezaré a descubrir ahora.
—Mirá si no te pone...
—(Risas) No, Pipo es inteligente y sabe elegir jugadores. Me gusta mucho su propuesta ofensiva.
—¿Te imaginás jugando junto a Montillo?
—Sí, ¿por qué no? Habrá que ver si jugamos con doble enganche. A mí me gustaría. Igual, con el esquema 4-3-1-2 ganamos tres títulos.
—¿Y el 4-2-1-3 que le gusta tanto a Gorosito?
—No me disgusta, aunque se corre el peligro de desproteger al equipo en el medio.
La última pregunta también se la hace él mismo: ¿Habrá Pipi frente a Racing, acá, el sábado, en el debut de los torneos de verano?
Fuente: Diario Clarin
Marianela Colipe