Leandro Romagnoli la rompe en San Lorenzo y pasa por su mejor momento. Igual, es ambicioso: "Sé que puedo dar más".
Atilio Romagnoli avisa que Leandro, su hijo, ya está por salir, que se termina de despertar, que se lo puede esperar en el bar del lavadero de autos Spin Wash. El Pipi es local allí: entra como pancho por su casa, saluda a Lalo, hincha de Huracán, bromea con Pablo, fana de San Lorenzo. Los dos chicos que atienden la barra corren. Le preparan el cortado, le ofrecen medialunas para que desayune fuerte. Al volante de San Lorenzo le espera un día agitado: presentación de Nike, la empresa que lo viste, primero; practica con el Sub 20, después. Son las 9.30 y el 10 anda preocupado. Le sale sangre de la pera tras haberse reventado, al afeitarse, un grano, señal de que todavía es pibe. ¿Es pibe? -Por edad, sí (NdeR: tiene 20 años). Pero siempre me acuerdo de que llevo 70, 80 partidos en Primera y ya dejé de ser promesa y tengo que ser realidad de una vez. Ya me mentalicé para eso.
-¿Todavía no lo sos?
-Tengo que seguir siendo realidad. Si bien sé que para mí hasta ahora fue un año bárbaro, que puede ser cartón lleno si San Lorenzo sale campeón, estoy seguro de que puedo dar más.
-¿En qué mejoraste?
-Crecí en mente y en ciertos aspectos del juego. Antes corría menos, por ejemplo. No aportaba nada a la hora de recuperar. Pero Manuel (Pellegrini) me inventó una posición que no conocía, en el que no había jugado nunca, medio de carrilero por izquierda, con ida y vuelta. Aprendí que en el fútbol no todo es jugar. A veces también hay que correr.
-Es extraño que un talentoso diga eso. ¿Vos realmente te sentís cómodo en ese puesto?
-Sí, porque, claro, también estoy en el armado de la jugada. Lo que digo es que ahora soy un jugador más completo. Me siento mejor.
-¿Te ayudó la llegada de Leo Rodríguez? Da la sensación de que él te quito presión.
-Sí, porque él es el conductor, el enganche. Leo maneja los tiempos, hace la pausa. Y a mí me queda agarrar la pelota y darle para adelante. Nos amoldamos.
-Pero contra Estudiantes y Chacarita jugaste solo de enganche y metiste la pausa.
-Es cierto. Me salió bien, ¿no?
-Según el promedio Olé, después de Riquelme, sos el mejor enganche del Clausura. ¿Sentís que te acercas a él?
-Mirá vos, no me fijo en eso. Riquelme es un fenómeno. Me falta mucho para ser como él. Trabajo para eso, por supuesto, pero me falta. El maneja a Boca, no es fácil lograr eso, ¿eh? Sabe mucho con la pelota. Lo marcan de a tres y no se la pueden sacar. Es el mejor jugador del país. Y ahora encima llega más al gol.
-Bueno, en los últimos partidos venís mostrando bastante seguido los tatuajes de Rita y Atilio, tus papás.
-Es verdad, ja. Antes hacía uno o dos goles por torneo. Ahora ya llevo cinco. Eso es lo que me pedía Oscar (Ruggeri). Me decía que, siendo enganche, no podía tener dos o tres goles por campeonato. Con Manuel, por el sistema de juego, estoy teniendo más llegadas a posición de gol. Y gané en confianza, claro.
-¿Por qué es tan distinto el Romagnoli de fines del 2000 al de principios de este año?
-El año pasado tuve un bajón. No estaba bien física ni mentalmente. Salía a la cancha con mucha presión porque un partido era titular y al otro no. Por mi cabeza pasaba todo eso, que tenía que jugar bien para seguir en el equipo. Cuando entrás a la cancha pensando de esa manera, todo te sale mal. Ahora juego más relajado: no hice un buen partido contra Los Andes y nada, sin dramas. Sabía que Manuel me apoyaba.
-¿Antes no te respaldaban?
-No me pasaba a mí solo. A muchos les tocaba eso. Oscar mandaba cambios constantemente. También las presiones me las generaba yo mismo. Un jueves hacíamos fútbol y jugaba y ya pensaba en que el domingo tenía que romperla porque sabía que al siguiente partido, al haber otros jugadores, Oscar ponía a otro. Eso influía en mí. Si no daba un pase gol, al otro domingo, afuera. Claro, no es que ahora me sienta titular indiscutido, ¿eh?
-Seguro, pero ahora sabés que vas a tener continuidad.
-Sí, pero es mérito de los dos. Manuel da continuidad cuando uno juega mal, pero tampoco los jugadores le dieron muchas chances para que los sacara al tercer partido. Armó un equipo y de arranque le dio resultado, está puntero. Si hubiera sido al revés, él hubiera metido mano.
-Algo de confianza recuperaste y te sacaste de encima pesos. No te preguntan si podés ser el 10 de San Lorenzo.
-No, je. Ya no me preguntan eso, ¿no? Es difícil ser el conductor de un equipo, más de uno grande como es San Lorenzo. Yo arranqué en Primera a los 18 años y a veces me pesaba manejar el equipo, me costaba. Ahora no. Pasa por la experiencia.
-¿Te pesó que muchos te señalaran como una de las promesas del fútbol local?
-Sí, sí, eso me pesó. Con pocos partidos en Primera era el conductor de un equipo grande y por mi cabeza pasaban muchas cosas: el ser vendido a Europa, es tar en la Selección... Todo eso me hizo mal. Ahora ya no...
Martes 22 de mayo de 2001
Fuente: Ole.
Marianela Colipe